Quien soy
Me llamo Pere Mesado, nací en Barcelona en 1962 y siempre he sabido que la escritura y yo teníamos una historia de amor. Siempre.
Reúno todos los tópicos de la infancia: lector precoz, inventor infantil de cuentos, devorador de tebeos y novelas juveniles... Cualquier autor que se preste ha de presumir de una infancia así. Pero, en mi caso, las palabras de una maestra de escuela, Pilar, a los doce años, animándome a escribir, me convencieron de que, realmente, entre la escritura y yo había algo más que palabras.
Sin embargo, las historias de amor a veces son, si no imposibles, tan exigentes que precisan de una enorme valentía por parte de los amantes. Y yo no la tuve. Durante años me senté frente a páginas en blanco, frente a historias rotas o ideas sublimes incapaces de crecer, mientras me repetía a mí mismo que yo, en el fondo, era escritor. Como Newland Archer en La Edad de la Inocencia, dejé que las instrascendentes e ineludibles obligaciones cotidianas que justifican una existencia me alejaran de mi verdadero amor, de mi Condesa Olenska particular: la escritura.
Pero, a diferencia del desdichado Newland, yo sí pude reencontrarme con el tiempo con la bella dama. Fue en la cama de un hospital, a mis cincuenta y pocos años, ante el miedo de que una enfermedad feroz arrasara con todo lo que yo era. No hay nada mejor (o peor) para replantearse prioridades.
Empecé entonces mi periplo de cinco años por escuelas de escritura, primero en el Laboratori de Lletres y después en el Ateneu Barcelonès, encajándolas como podía entre mis obligaciones laborales. Nunca llegué a imaginar cuánto se aprende en estas escuelas, qué mal amante fui con mi querida literatura antes de descubrir los secretos de la narrativa. Y por fin, después de tantos años, volví a escribir. Sobre todo cuentos: la vida no daba para más.
Y unos años después, un nuevo regalo del destino —mi desvinculación de las obligaciones laborales— permitió que, por fin, pudiera afrontar un reto mayor: escribir una novela. Desde una pequeña habitación repleta de libros en mi piso, tenía la oportunidad de abandonar la realidad y viajar durante horas y horas a un mundo paralelo donde era testigo de asesinatos, romances, celos y venganzas. Solo tenía que tomar nota de lo que allí ocurría y plasmarlo en un papel.
Y así, tras más de tres años de trabajo, nació mi primera y por ahora única novela: Las Leyes Perfectas, escrita en castellano y traducida al catalán. Pocas cosas igualan la satisfacción de tener tu primer libro entre las manos; si acaso, el primer abrazo a un hijo.
Pero he caído en una trampa terrible. Una vez más, no tengo tiempo para nada. Y es que el mundo paralelo que se esconde en la pequeña habitación donde escribo no me deja en paz y me obliga, una y otra vez, a abandonar la realidad para sumergirme en ese otro universo donde vive gente que comete crímenes e investiga misterios, y donde otros Newlands y Olenskas, esta vez sí, se aman eternamente.

